"Tres cosas hay seguras en
la vida: el dolor, la incertidumbre y el trabajo continuo". Phil Stutz, en
Stutz, el documental de Netflix.
A pocos días de la muerte de mi papá, sin siquiera comenzar a tramitar el duelo, comenzaron las conversaciones prácticas. Nos preguntábamos qué haríamos con la casa, demasiado grande y costosa de mantener, con el pago de los colegios y con mi primer semestre de universidad. Surgieron las angustias con las deudas y los gastos familiares. Me acuerdo de la cara de mi mamá cuando dijo que no quería trabajar en la empresa de mi abuelo, porque el asesinato había sido a una cuadra. «Me da miedo», dijo, en todo su derecho, «pero tengo que trabajar», y puso manos a la obra.
Habló
con varias personas conocidas y logró que le dieran un trabajo como gerente de
una pequeña oficina del Banco de Colombia. Toda la vida trabajó sin pereza, con
ganas, en lo que le tocara. Varias veces cambió de profesión, se reinventó,
como dicen ahora. Perdió empleos y consiguió otros mejores, aprendió Excel
después de los 50 años, no dejó nunca de trabajar y, ahora pensionada, sigue
estudiando, leyendo, aprendiendo. Esta actitud y esta determinación son solo un
par de las miles de razones por las que la admiro y son mis más preciadas
herencias.
Recibió ayuda de muchas personas e instituciones, lo
reconozco. Pero nunca se sentó a esperar a que llegaran. Algunas, incluso, las
rechazó porque iban en contra de su carácter. Una vez, por ejemplo, le dijeron
que podría reclamar una indemnización como víctima de la violencia. Su
respuesta fue contundente: «No me interesa». Le preguntamos por qué y dijo «¿Para
qué? ¿Para revivir ese dolor ahora que estoy saliendo adelante?; además, hay
gente que lo necesita mucho más que nosotros», con eso cerró la
conversación.
Cuento
esta historia familiar e íntima, porque esta Revista Comfama pretende ofrecer
una perspectiva profundamente relacionada con esa fuerza que con los años
aprendí a reconocer en los ojos de mi madre. Tiene que ver con una discusión
sin duda vigente en el entorno político y social. Algunos opinan que el mérito
individual, el esfuerzo y el trabajo son el origen del éxito, del progreso, del
avance o como lo llamemos.
Según
ellos, todo depende del compromiso y del esfuerzo que le pongamos para superar
los retos que hallamos en el camino. Otros piensan, con algo de razón, que la
cosa no es tan fácil, que lo esencial, lo fundamental, es reclamar derechos
sociales y oportunidades para todos. En medio de esa pregunta, de si la
clave del progreso social es la mentalidad y el trabajo duro, o es, más bien,
un asunto del Estado y las instituciones, nosotros en Comfama hemos querido
recoger lo mejor de ambas miradas.
De
nuestra larga historia heredamos la idea de que la generación de oportunidades
y la garantía de los derechos son algo innegociable en una sociedad desigual y
con tantos desafíos sociales como la colombiana. De nuestra reflexión más
reciente, proponemos no dejar de lado la idea de que nuestro futuro depende
también de nosotros, de lo que cada uno haga para lograr sus sueños.
En Comfama pensamos que nuestra mentalidad y actitud desencadenan
nuestros actos, que nuestros actos repetidos se convierten en hábitos, y estos,
con el tiempo, nos entregan resultados. Es como una escalera en la cual los
peldaños son los servicios sociales y las oportunidades, con la claridad de que
nadie la subirá por nosotros. Como nos gusta explicar: uno puede recibir una
beca, pero nadie estudiará ni se graduará por nosotros; un libro en una biblioteca
pública puede permanecer siglos sin que nadie lo preste y lo lea; los médicos y
el Sistema de Salud pueden estar disponibles, pero si no dormimos bien, comemos
sano y cuidamos de nuestro cuerpo, no podremos maximizar nuestros años de vida
saludable, como sería deseable.
Cuando hablamos de mentalidad
de clase media no nos referimos nada más a ingresos o algún tipo de referencia
a la lucha de clases, pensamos en una manera de ser y hacer las cosas, una actitud que
se vuelve acción. Esta mentalidad que, como todas las cosas importantes
seguramente emana de un trabajo interior profundo, es la que verán en las
historias que compartimos en esta edición: la de la gente «echada para
adelante», que aprovecha las oportunidades que se le presentan y pone todo lo
demás de su parte para avanzar. La de las familias que no se rinden ante las
dificultades, que crecen porque creen, que nunca se entregan. La de las
empresas que nos dan ejemplo de emprendimiento, de creación, de lucha, de
resiliencia y de trabajo.
Esta revista la
hacemos en un año de incertidumbre y en el que la inflación y la situación
general económica golpean y golpearán a muchos, con la firme intención de
movilizar conversaciones en empresas y familias sobre cuál es la postura y
desde dónde debemos mirar estos tiempos. Queremos que cada historia los
inspire, genere deseos de emulación y motive preguntas. En últimas, ante la
adversidad, puede que el optimismo y el trabajo no lo resuelvan todo, pero el
pesimismo, el derrotismo y la victimización, definitivamente nos roban
cualquier posibilidad.